Debido al solsticio de verano el hemisferio norte vive hoy el día más largo y la noche más corta de todo el presente año.
Señalada como la fecha que da inicio a la época calurosa para los países de esa parte del planeta, el fenómeno responde a la inclinación del eje norte-sur de la Tierra en unos 23,4 grados hacia el Sol, según datos aportados por un artículo de la revista National Geografic.
El Polo Norte, justo por esa posición, se encuentra más inclinado hacia el astro rey que durante cualquier otro día del año y esa zona del globo terráqueo recibe más luz solar.
De esta forma, mientras los territorios ubicados al norte de la línea ecuatorial celebran la llegada de la temporada estival, aquellos en el sur experimentan exactamente lo contrario: su noche más larga y su día más corto, o sea, la llegada de una nueva temporada invernal.
Al solsticio se le ha concedido gran importancia en casi todas las antiguas civilizaciones, por ejemplo, los egipcios, edificaron las grandes pirámides de Keops y Kefrén de forma que el Sol, visto desde la esfinge, se situase exactamente entre ellas durante este día.
Los incas en América por su parte, celebraban su correspondiente solsticio de invierno con una ceremonia religiosa llamada Inti Raymi, en honor al dios Sol, merecedor en estas fechas de numerosas ofrendas.
Un detalle significativo, si bien el hemisferio norte recibe este día la mayor radiación solar, los expertos aseguran que ello no significa necesariamente la ocurrencia de récords de temperaturas, pues se afirma que la atmósfera y el océano actúan como barrera para el calor.
Refieren especialistas además que, aunque el planeta absorbe gran cantidad de los rayos solares en el solsticio de verano, se necesitan varias semanas para liberar esa energía y, como resultado, los días más calurosos del verano normalmente ocurren en julio o agosto.