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Sermón de las Siete Palabras: “Al ritmo que vamos, los dominicanos seremos menos en nuestro propio suelo”

A Robert Valentín Alcántara Belén, arcipreste de la zona pastoral de Villa Mella, le tocó pronunciar la Séptima Palabra en el acto religioso del Sermón de las Siete Palabras que realiza la Iglesia Católica este Viernes Santos.

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” es la última frase pronunciada por Jesús previo a su muerte en la cruz y que, el sacerdote trae hasta el momento actual para cuestionar a la sociedad y las autoridades dominicanas sobre la función que están llamados a realizar.

“Esta séptima palabra de Jesús en la cruz es la oración confiada de un hijo que ha sabido ser fiel en el cumplimiento de la voluntad de su padre hasta el último aliento. Ahora bien, tal confianza y fidelidad de Jesús trae a la actualidad consigo, una interrogante innegable, sobre si estamos también nosotros siendo fieles a la misión que el padre ha puesto a nuestras manos”.

Le parece que no, según sus palabras. “Porque un país, en el que los miembros de los partidos políticos están más preocupados por hacer el trabajo de la justicia, que por sentarse en una mesa de diálogo serio y responsable a la situación de nuestos valiosos jóvenes que día a día salen en grupo como inmigrantes ilegales, detrás de un supuesto sueño, donde pasan todo tipo de necesidad y calamidad, llevando tanta mortificación a sus familiares, todo por falta de oportunidad en su tierra natal”.

Después, Alcántara Belén dice no creer que el país esté bien y lo peor, a su entender, es que algunos no se dan cuenta de que por cada dominicano que sale a esa travesía, entran al menos cinco extranjeros. “Al ritmo que vamos, los dominicanos seremos menos en nuestro propio suelo”.

El sacerdote llama a poner el esfuerzo en el bienestar del país y su gente, cada uno desde su propia misión confiada por Dios, para que al ver una nación que sigue creciendo en valores humanos y religiosos, así como en el ámbito socioeconómico, en favor de las próximas generaciones, “podamos también nosotros decir confiados, Padre, en tus manos deposito mi servicio. ¡Qué Dios les bendiga!”, concluyó el sacerdote.

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